Día 535, lunesLa primera crónica que intentó escribir Takeshi Kusunoki no fue precisamente una crónica. Era más bien el recuerdo lejano de un verano en particular. Había intenado hacer una para la Contra, pero en lugar de eso había terminado escribiendo largos informes mediocres que más bien parecían extensas notas volteadas, aquellas que solía escribir para la sección web del diario. Hasta que una noche se acordó de Valeria y la vio inclinándose para intentar mirarlo a los ojos. Era enero, habían empezado a salir recién a finales del año pasado y la relación estaba por terminar. No era que a Takeshi no le importara -de hecho, le dolía en el alma; pero ¿qué iba hacer?-, Valeria estaba parada justo en frente suyo y él se esforzaba en no devolverle la mirada. La figura de ella se quebró a la altura de sus muslos, dibujando una imagen agradable a la vista de cualquier transeúnte. Kusunoki, sin embargo, no le prestó atención y continuó con la mirada puesta en cualquier dirección que no fueran los ojos de la chica. Durante los últimos meses, se había dedicado precisamente a eso, a mirarla a los ojos, a decirle lo mucho que la quería y lo grandioso que era pasar tiempo con ella. Valeria era, de más está decirlo, una chica hermosa. Takeshi entonces pasaba sus largas tardes de diciembre sentado en el pórtico de la casa de ella, en Pueblo Libre. Al caer la noche, convencidos de que no había nada que valiera la pena hacer, caminaban cogidos de la mano por la avenida Arequipa, esperanzados en que muy pronto llegarían al óvalo de Miraflores, donde según ellos estaba la diversión. Evidentemente, esto nunca ocurría. A la altura de San Isidro, ambos ya estaban cansados y se limitaban a sentarse en una de las bancas para cuestionarse muchas cosas, como por ejemplo, ¿por qué estamos aquí?, ¿qué hacemos juntos?, ¿por qué tú?, ¿por qué yo?, ¿a dónde se dirige esta relación?, y una serie de asuntos que le daban al verano un aire existencialista y neurótico. Finalmente, una noche, Kusunoki se cansó de todo y se detuvo frente al Británico, decidido a terminar la relación. Al principio, Valeria no supo cómo tomárselo. No sabía si creerle o no. Así que se puso de pie, agachó un poco la cabeza, apretando el ceñido short que llevaba puesto, y se quedó mirándolo largo rato. Como Takeshi no parecía cambiar de opinión, ella decidió tomar un bus que la llevara de regreso a su casa. Valeria no era una de ésas chicas que se andan con cosas. Por su parte, Takeshi se pasó el resto del verano confundido. Se dio cuenta de que las chicas con las que se topaba en las fiestas siempre eran un poco como Valeria. Y si no lo eran, no le llamaban la atención en lo absoluto. En resumen, Takeshi Kusunoki estuvo todo el verano medio jodido por una chica de la que nunca volvió a tener noticias. Y, aunque suene triste decirlo, después de Valeria, Takeshi no cuenta con ninguna otra relación que valga la pena recordar.